VI

LA INDIVIDUALIDAD HUMANA

La principal dificultad que encuentran los fil�sofos para explicar lo que son las representaciones, se basa en que nosotros mismos no somos las cosas externas, pero, que, a pesar de ello, nuestras representaciones tienen que tener una forma que corresponda a las cosas. Sin embargo, si lo examinamos mejor resulta que tal dificultad no existe en absoluto. Es evidente que nosotros no somos las cosas externas, pero s� pertenecemos, junto con ellas, al mismo mundo. El sector del mundo que yo percibo como mi sujeto est� permeado por la corriente de todo el acontecer universal. Para mi percepci�n me encuentro, en primer lugar, encerrado dentro de los l�mites de mi epidermis. Pero lo que se halla dentro de �sta, pertenece al cosmos como un todo. De ah�, que para que exista una relaci�n entre el organismo y el objeto externo a m�, no es necesario en absoluto que algo del objeto penetre en m�, o que impresione mi mente, como un sello la cera. La pregunta de �c�mo adquiero conocimiento del �rbol que est� a diez pasos de m�? est� mal formulada. Surge de la creencia de que la periferia de mi cuerpo es una barrera divisoria absoluta, a trav�s de la cual se introduce en m� la informaci�n de las cosas. Las fuerzas que act�an dentro de mi piel son las mismas que las que existen en el exterior. En este sentido, realmente yo mismo soy las cosas; naturalmente, no yo, en cuanto que soy mi propio sujeto de percepci�n, sino yo, en cuanto que soy una parte dentro del acontecer total del mundo. La percepci�n del �rbol pertenece a esta totalidad junto con mi Yo. Este proceso universal produce tanto la percepci�n del �rbol all�, como la percepci�n de mi Yo aqu�. Si no fuera yo el que conoce el mundo, sino el creador del mundo, el objeto y el sujeto (percepci�n y Yo) se producir�an en un solo acto. Pues el uno implica el otro. S�lo a trav�s del pensar puedo, como conocedor del mundo, descubrir lo que estas entidades tienen en com�n y que forman un conjunto, pues los conceptos las relacionan entre s�.

Lo m�s dif�cil de refutar en este campo son las llamadas pruebas fisiol�gicas de la subjetividad de nuestras percepciones. Si ejerzo una presi�n en mi piel, la experimento como sensaci�n de presi�n. Esta misma presi�n la sentir� como luz con el ojo; como sonido en el o�do. Una descarga el�ctrica la percibo como luz con el ojo; como sonido con el o�do; como golpe por los nervios cut�neos; como olor a f�sforo con el olfato. �Qu� se deduce de este hecho? S�lo que recibo una descarga el�ctrica (o una presi�n) seguidas de una impresi�n luminosa, o un sonido, o quiz� cierto olor, etc. Si no tuviera ojos, la percepci�n de la vibraci�n mec�nica no ir�a acompa�ada de la percepci�n luminosa; sin el �rgano auditivo, no habr�a percepci�n ac�stica, etc. �Con qu� derecho puede decirse que sin �rganos de percepci�n no existir�a todo ese proceso? Quien del hecho de que el proceso el�ctrico produce en el ojo la sensaci�n de luz, deduce que lo que experimentamos como luz no es m�s que un movimiento mec�nico fuera de nuestro organismo, olvida que �l s�lo pasa de una percepci�n a otra, pero en absoluto a algo m�s all� de la percepci�n. Lo mismo que se puede decir que el ojo percibe un movimiento de su entorno como luz, tambi�n se puede afirmar que el cambio sistem�tico de un objeto lo percibimos como movimiento. Si dibujo un caballo doce veces en un disco giratorio, exactamente en las posiciones sucesivas que va tomando su cuerpo en movimiento, puedo producir, mediante la rotaci�n del disco, la impresi�n del galopar. S�lo tengo que mirar por un orificio de manera que vaya percibiendo, una tras otra, las sucesivas posiciones del caballo. No veo entonces doce figuras del caballo, sino la imagen de un caballo al galope.

Este hecho fisiol�gico que hemos mencionado no puede aclarar en absoluto la relaci�n entre la percepci�n y la representaci�n. Tenemos que buscarla por otros medios.

En el momento en que aparece una percepci�n en mi campo de observaci�n, tambi�n mi pensar entra en actividad. Un elemento de mi sistema de pensamiento, una intuici�n espec�fica, un concepto, se une a la percepci�n. Pero cuando la percepci�n desaparece de mi campo visual, �qu� me queda? : mi intuici�n unida a la percepci�n espec�fica que se ha formado en el momento de la percepci�n. La viveza con la que m�s tarde pueda volver a representarme esa relaci�n, depende del funcionamiento de mi organismo mental y corporal. La representaci�n no es otra cosa que una intuici�n relacionada a una determinada percepci�n; un concepto que en su momento estuvo vinculado a una percepci�n y cuya relaci�n con dicha percepci�n ha conservado. Mi concepto de le�n no se ha formado por mis percepciones de leones; pero mi representaci�n del le�n s� se ha formado por la percepci�n. Puedo hacer captar el concepto de le�n a una persona que jam�s ha visto uno; pero no me es posible darle una representaci�n viva sin su propia percepci�n.

La representaci�n es, por lo tanto, un concepto individualizado, y ahora nos resulta comprensible el poder representarnos los objetos de la realidad por medio de la representaci�n. La plena realidad de un objeto nos es dada en el instante de la observaci�n por la uni�n del concepto y la percepci�n. El concepto adquiere por la percepci�n una configuraci�n individual, un v�nculo con esa percepci�n espec�fica. En esta forma individual que lleva en s� como caracter�stica la referencia con la percepci�n, el concepto sigue viviendo con nosotros y formando la representaci�n del objeto en cuesti�n. Cuando encontramos otro objeto con el cual se vincula el mismo concepto, lo reconocemos como perteneciente a la misma especie que el primero; si vuelve a present�rsenos el mismo objeto, encontramos en nuestro sistema conceptual, no solamente el concepto correspondiente, sino el concepto individualizado con la referencia espec�fica a ese objeto particular, que reconocemos de nuevo.

La representaci�n se sit�a por tanto entre la percepci�n y el concepto. Es el concepto espec�fico el que hace referencia a la percepci�n.

La suma de todo aquello sobre lo que puedo formarme representaciones, puedo llamarlo mi experiencia. El hombre tendr� una experiencia tanto m�s rica, cuanto mayor n�mero de conceptos individualizados posea. Al hombre a quien le falte la capacidad de intuici�n no ser� capaz de adquirir experiencia. Vuelve a perder los objetos de su esfera visual, porque le faltan los conceptos que deber�a vincular a ellos. Una persona con una capacidad de pensar bien desarrollada, pero con una percepci�n mala debido a �rganos sensorios deficientes, tampoco podr� adquirir experiencia. Podr� formarse conceptos de alguna manera, pero a sus intuiciones les faltar� el v�nculo vivo con los objetos espec�ficos. Tanto el viajero inconsciente como el erudito metido en un sistema de conceptos abstractos, son igualmente incapaces de adquirir una experiencia rica.

Como percepci�n y concepto se nos presenta la realidad, como representaci�n, la imagen subjetiva de esta realidad.

Si nuestra personalidad se expresara solamente a trav�s de la cognici�n, la suma de todo lo objetivo vendr�a dada por la percepci�n, el concepto y la representaci�n.

Pero nosotros no nos contentamos con relacionar la percepci�n con el concepto mediante el pensar, sino que la vinculamos tambi�n con nuestra subjetividad espec�fica, con nuestro Yo individual. La expresi�n de esta vinculaci�n individual es el sentimiento, que se manifiesta como placer o displacer.

El pensar y el sentir corresponden a la dualidad de nuestro ser, a la que ya nos hemos referido. El pensar es el elemento por el cual participamos del proceso c�smico universal; por el sentir podemos recogernos dentro de la intimidad de nuestro ser.

Nuestro pensar nos une con el mundo; nuestro sentir nos vuelve sobre nosotros mismos, nos convierte en individuos. Si fu�semos solamente seres pensantes y perceptivos, toda nuestra vida tendr�a que transcurrir en uniformidad indiferente. Si �nicamente pudi�semos reconocernos a nosotros mismos, nuestro propio ser nos ser�a totalmente indiferente. S�lo por el hecho de que con el autoconocimiento experimentamos el sentimiento de nosotros mismos, y con la percepci�n de las cosas placer y dolor, vivimos como seres individuales, cuya existencia no se limita a la relaci�n conceptual entre nosotros y el resto del mundo, sino que adem�s tienen un valor por s� mismos.

Se podr�a estar tentado a ver en la vida del sentimiento un elemento m�s saturado de realidad y m�s rico que el de la contemplaci�n del mundo por medio del pensar. A esto hay que responder que la vida del sentimiento s�lo tiene un significado m�s rico para m� como individuo. Para el mundo todo, mi vida de sentimientos s�lo puede adquirir valor, si el sentir, como percepci�n de m� mismo, se une a un concepto, y de esta manera se incorpora al cosmos.

Nuestra vida es una oscilaci�n constante entre nuestra participaci�n en los acontecimientos del mundo y nuestro ser individual. Cuanto m�s ascendamos hacia la naturaleza universal del pensar, donde al fin lo individual solamente nos interesa como ejemplo o forma espec�fica del concepto, tanto m�s se pierde en nosotros el car�cter del ser individual, de la sola personalidad espec�fica. Cuanto m�s descendamos hacia la profundidad de nuestra vida propia, y dejemos que nuestros sentimientos vibren con las experiencias del mundo externo, tanto m�s nos separamos de la existencia universal. Ser� una verdadera individualidad quien llegue con sus sentimientos lo m�s alto posible a la regi�n de lo ideal, hay hombres en los que incluso las ideas m�s generales que entran en sus cabezas, llevan esa coloraci�n especial que muestra inequ�vocamente la vinculaci�n de esas ideas con su autor. Existen otros, cuyos conceptos se nos presentan sin rasgo de personalismo alguno, como si no vinieran de un hombre de carne y hueso.

La representaci�n ya aporta a nuestra vida conceptual un sello individual. Ciertamente cada uno observa el mundo desde su propio punto de vista. A sus percepciones se le unen sus conceptos. Pensar� los conceptos generales a su manera. Esta determinaci�n espec�fica es el resultado de nuestra posici�n en el mundo, de la esfera de percepci�n relacionada con el lugar en que vivimos.

Frente a esta determinaci�n existe otra que depende de nuestra organizaci�n personal. Nuestra organizaci�n es una unidad especial y totalmente determinada. Cada uno de nosotros une sentimientos espec�ficos, y con la mayor diversidad de intensidad, con nuestras percepciones. Esto es lo individual de nuestra propia personalidad. Es lo que nos queda como resto despu�s de considerar todos los factores determinantes de nuestro medio.

Una vida de sentimiento, totalmente vac�a de pensamiento, llegar�a poco a poco a perder toda relaci�n con el mundo. Para el hombre que busca la totalidad, el conocimiento de las cosas ha de ir de la mano con la formaci�n y el desarrollo de los sentimientos.

El sentir es el medio por el cual los conceptos, ante todo, adquieren vida concreta.